Por el Dr. Duilio Guzzardo

Desde el 3 de marzo de 2020 hasta hoy, más de 3 millones de personas han padecido infección por COVID-19 en nuestro país. El nuevo virus se ha combatido de diferentes formas mediante una amplia gama de terapias y fármacos que han logrado mitigar la enfermedad en un 97,8% de los casos reportados. Sin embargo, existen un conjunto de padecimientos que se manifiestan desde 1 mes a 2 años después de un Test PCR (+) o diagnóstico clínico de COVID-19, conocidos como Síndrome COVID-19 Persistente. 

Estos padecimientos ocurren en un amplio porcentaje de pacientes, siendo más común en mujeres, edad promedio de 45 años y en presencia de obesidad. Los reportes informan que algunos síntomas pueden persistir hasta en un 75% de los individuos que han tenido enfermedad severa y en un 25% de los que han sufrido enfermedad leve o moderada. Las causas están en estudio, pero se basarían en una desregulación en el sistema nervioso e inmunológico que persiste una vez resuelta la infección aguda.

Se han descripto hasta 55 síntomas posibles que pueden mantenerse más de 4 semanas luego del diagnóstico de la enfermedad. Los más comunes son fatiga (50%), falta de aire (40%), dolor articular (30%) y alteraciones del gusto o el olfato, entre muchos otros. Cada paciente puede tener uno o más de estos padecimientos, con distinta intensidad y duración. 

En todos los pacientes que han sufrido COVID-19 es necesario realizar una evaluación integral y sistemática de las secuelas luego de 6 a 8 semanas después del alta médica (hayan requerido o no internación). Esto abarca las esferas mentales y físicas, incluyendo evaluación del campo psicológico, neurológico, cardiovascular, respiratorio y reumatológico.

A nivel articular, el reposo prolongado y la infección pueden dejar secuelas funcionales que se manifiesten como dolor, fatiga, debilidad o inestabilidad. Estos síntomas deben diferenciarse de otras enfermedades que pueden aparecer en el período post infección, así como de reagudización de patologías previas (lumbalgias, cefaleas, artrosis, etc). No hay que dar por sentado que todo ocurre “por el virus”, sin haber descartado otras posibilidades.

Cada paciente cursa y se recupera de esta enfermedad de una manera absolutamente particular y distintiva. Por eso es fundamental la consulta con un profesional para poder evaluar detalladamente a cada paciente y solicitar los estudios complementarios y las interconsultas que correspondan a cada caso específico.  

La pandemia nos debe alertar acerca de la importancia de tener más y mejores controles de salud, tanto para optimizar las medidas preventivas como para detectar en forma temprana cualquier disfunción o lesión que haya causado la infección. 

A medida que pasa el tiempo se siguen abriendo y cerrando interrogantes sobre el comportamiento del virus, por lo que nuestro desafío como equipo de salud será estar en permanente actualización para ir cubriendo lo mejor posible las necesidades de nuestros pacientes en cada etapa. Aún después de pasar esta fase crítica, en los próximos años seguiremos estudiando, evaluando y tratando las múltiples consecuencias de este nuevo agente infeccioso que sacudió el mapa sanitario mundial para siempre.

(*) Redes: FB/IG @Dr.Dguzzardo - https://www.instagram.com/dr.dguzzardo/

Director Equipo de Formación e Investigación en Dolor (Efid.online)

Médico Reumatólogo (Mat. 18305)