Hay que reconocerlo. Si algo tiene Maximiliano Pullaro es descaro. El hombre, que como las aguas de jamaica, limón y tamarindo del Chavo del 8, es de filiación radical pero gobernó con el socialismo pero va de precandidato del macrismo, sigue firme en su cruzada opositora contra el peronismo provincial y nacional. 

“Lo ideal hubiera sido que este gobierno (el de Perotti y los Fernández) continuara mejorando lo bueno y corrigiera lo que no lo era tanto. Pero se dedicaron a romper todo lo que había hecho la gestión anterior”, aseguró el ex ministro de Seguridad y actual diputado provincial en declaraciones a la prensa. Lo que se privó de decir fue que “todo lo que había hecho” la gestión anterior, que él encabezó en Santa Fe mientras Patricia Bullrich lo hacía a nivel nacional, fue desastroso.

Pero cuidado. El caos no era consecuencia de una negligencia. Era una clara voluntad política. Que actuaba en tándem. Para muestra basta un botón: mientras Bullrich se burlaba de los familiares de Santiago Maldonado, Pullaro pagó con fondos reservados a los abogados que defendían a los policías acusados por la desaparición de Franco Casco.

Lo más cómico, si es que cabe hablar de comedia frente al impudor desatado por el precandidato, se dio la semana pasada, cuando declaró en la causa por las balaceras a los tribunales. Un video difundido por redes sociales lo mostraba altivo, pasando por los controles policiales. 

Puro show. 

Es que sus declaraciones suenan huecas cuando se las contrapone con los audios difundidos largamente en 2017, y sobre los que Pullaro nunca dio explicaciones. Recordemos que en los mismos, se escuchaba un raid de llamadas a propósito del encarcelamiento de Adrián Rodríguez, jefe policial corrupto, que el por entonces ministro protegía. 

La desfachatez llega a su punto más álgido en el momento en que, después de haber telefoneado al fiscal general de Santa Fe, Jorge Baclini, “Maxi” confiesa por teléfono al gobernador Miguel Lifschitz que Rodríguez era jefe policial porque el concurso había estado arreglado ¡por el propio Pullaro!   

Así que se entiende que el precandidato tenga como estrategia la descalificación permanente. El dicho no falla: la gallina que cacareó, puso el huevo.