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“Son las doce y algo”, como solemos decir, de un día no tan común en la ciudad. Pero la calle parece no haberse enterado de los anuncios del presidente de turno, Alberto Fernández. Por tener dudas, por necesidad, por trabajo, muchos tuvieron que salir igual, a ponerle el pecho no sólo a un virus, sino a una sociedad que a veces no comprende de los riesgos a los que se expone.


Las Cuatro Plazas por un momento fueron como una pasarela. Y la estatua del fundador miraba de reojo como confundido. Tal vez pensando que se trataba de un viernes feriado. Por su parte, las autoridades tuvieron que salir a explicar que por favor la gente se quede en su casa. Como si hiciera falta. Cuidate y nos cuidamos entre todos. Es algo extraño, estar frente a una pandemia y que todavía haya una gran porción de vecinos que lo tomen como un picnic del Día de la Primavera. Y la empatía?


Y no, no hablamos de la persona que está habilitada, o que por su labor está dando vueltas para garantizar derechos y necesidades básicas. Sino de aquellos que saben que lo están haciendo mal, que pueden dejar para otro día lo que quieren concretar durante esta cuarentena obligatoria.  ¿Hasta cuándo? ¿Qué estamos esperando?


El ejemplo de los países europeos y el resto del mundo se ve que no alcanzó. Hasta que no pasa a la vuelta de casa, el mundo sigue girando. La consciencia no se negocia, pero sino te parece, no lo hagas por vos, hacelo por tus padres, por tus abuelos, que ya de grandes temen por sus vidas y ven al virus como lo que es.


Seamos responsables, por favor. No es un capricho, nunca la medicina lo fue. Todos perdemos con esto, con el párate económico, con la falta de dinero. Pero más aún lo vamos a lamentar sin respeto por la vida de nosotros mismos, sino dejamos un poco de lado nuestro ego y pensamos en función de comunidad. Tenemos que, de una vez por todas, ponernos los pantalones largos.

 

Equipo de Casilda Plus.