El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, anunció que buscará la reelección, sin necesidad de disputar la candidatura con personalidades de peso en el Partido Demócrata. Eso sucede, en buena medida, porque más allá de que es difícil ganarle una elección interna a un presidente, también es bastante notoria la falta de alternativas. Ni siquiera la vicepresidenta Kamala Harris, quien parecía la sucesora inmediata y evidente para lo que se presagiaba como una “presidencia de transición” de Biden, logra reunir un apoyo monolítico como el que tiene el actual mandatario.

¡Cuatro años más!

En un congreso sindical que fue el primer acto público en el que participó desde que anunció que aspiraba a continuar en la presidencia, Biden disfrutó de la arenga “¡cuatro años más! ¡cuatro años más!” con el que el público lo alentó de pie.

Pero hace sólo un año buena parte de la dirigencia demócrata se planteaba la necesidad de buscar alternativas a Biden para las elecciones de 2024. Uno de los argumentos fue, es y será el de su edad. El mandatario tiene actualmente 80 años y tendrá casi 82 cuando se vote en noviembre del año que viene. Parece haber un empeño significativo en algunos sectores políticos, redes sociales y medios de comunicación por mostrar a Joe Biden como un hombre senil y desorientado. Podría ser un grave error. Tanto en lo personal como en lo general. Si se observan las edades de los líderes mundiales, inclusive en Latinoamérica, se encontrará que la juventud de quienes ocupan los máximos cargos ejecutivos no es precisamente la regla. Ni siquiera en el caso del potencial adversario del Partido Republicano, Donald Trump, que sólo tiene 4 años menos que Biden.

El otro argumento para buscar alternativas al presidente entre los demócratas un año atrás era que la popularidad de Biden se encontraba en un mínimo preocupante y las encuestas anticipaban un desastre oficialista en las elecciones de medio término. Sin embargo, tras la buena performance demócrata en las elecciones de noviembre de 2022, con el mejor resultado para el partido gobernante en los últimos 20 años, los planes de buscar un recambio comenzaron a diluirse. Apenas pasadas esas elecciones, Biden cumplió 80 años y se mostró dispuesto a seguir. Y desde comienzos de este año, en el discurso sobre el estado de la Unión, fue preparando el terreno para el anuncio de su candidatura.

Es así como las especulaciones en torno a eventuales sucesores fueron desapareciendo. Los potenciales adversarios internos como los gobernadores de California, Gavin Newson, de Illinois, Jay Robert Pritzker, o de Michigan, Gretchen Whitmer, expresaron que no competirían con Biden. La semana pasada, cuando el presidente anunció su decisión de buscar la reelección, los tres le mostraron apoyo incondicional.

También las grandes personalidades del partido cerraron filas en torno al presidente con nítidos mensajes de apoyo. Tal fue el caso de Barack Obama, Hillary Clinton, Hakeem Jeffries y -muy especialmente- Bernie Sanders. El senador por el Estado de Vermont de 81 años es quizás la figura más convocante del ala izquierda del partido y fue rival de Biden en las elecciones primarias de 2020. Se especulaba con que competiría nuevamente, pero decidió renunciar a otra candidatura presidencial propia y hacer en su lugar “todo lo posible para que el presidente sea reelegido”. Sanders convocó a los demócratas a agruparse en torno a Biden para evitar que “un Donald Trump o algún otro demagogo de derechas” pueda llegar a la Casa Blanca.

En los Estados Unidos, el presidente siempre tiene una gran ventaja con miras a las elecciones primarias y la historia reciente muestra que el intento por jubilarlo anticipadamente tiende a fracasar. Como mucho, un desafío al presidente puede debilitarlo y acabar facilitando la victoria del candidato opositor. Los demócratas parecen convencidos ahora de que Biden es el líder indicado para retener el Poder Ejecutivo.

Foto de EFE
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Poder si, transición no 

Fue el propio Biden quien se presentó en el pasado como un líder de transición. Su objetivo era desalojar a Trump del poder y “sanear” al país tras un período tumultuoso.

“Me veo como un puente, no como otra cosa”, dijo en marzo de 2020, durante la campaña electoral. Se refirió en reiteradas oportunidades a los líderes y las lideresas que se encontraban detrás de su candidatura como “el futuro de este país”. En ese entonces, se descontaba que la vicepresidenta Kamala Harris sería quien tomaría el relevo. Sin embargo, su popularidad ha sido en estos años menor que la de Biden. De todas maneras, para que ella hubiera dado el paso, habría sido necesario que el presidente renunciara a la reelección.

Independientemente de la unidad partidaria, los sondeos de opinión arrojan actualmente que más de dos tercios de los y las estadounidenses no quieren a Biden de nuevo como candidato, pero lo cierto es que no hay ninguna otra persona que suene con fuerza como alternativa.

Acorde al ánimo de polarización política e ideológica que se vive en buena parte del mundo, la perspectiva de que el rival republicano vuelva a ser Donald Trump, termina por reforzar la confianza en Biden, quien ya lo venció. Tras el anuncio de la candidatura, Trump se apuró a atacar al presidente con su mensaje apocalíptico habitual y la letanía de que le “robaron” las elecciones en 2020.

Pero a diferencia de lo sucedido en ese año, el camino de las primarias aparece ahora totalmente despejado para Biden. Por el momento sólo anunciaron su candidatura rivales menores, casi testimoniales. Uno de ellos es el activista antivacunas Robert F. Kennedy Jr., hijo de quien fuera senador por Nueva York, fiscal general y candidato presidencial, Robert F. Kennedy, asesinado en 1968, y sobrino del presidente John F. Kennedy, asesinado cinco años antes. Otra es Marianne Williamson, una escritora y activista cuya candidatura es anecdótica.

Como si la falta de rivales de peso fuera poco, el Partido Demócrata organiza unas elecciones primarias a medida de Biden. Comenzarán el 3 de febrero de 2024 en Carolina del Sur, el primer Estado donde ganó en 2020, tras sus derrotas en Iowa y New Hampshire. Seguirán New Hampshire y Nevada el 6 de febrero. Georgia, un Estado particularmente importante, el 13 de febrero, y Michigan el 27 de febrero. Ese circuito le asegura un comienzo arrollador. La convención demócrata, que debería proclamar su candidatura a las presidenciales está prevista entre los días 19 a 22 de agosto de 2024 en Chicago.

La definición del adversario

Mientras Biden parece no tener competencia en el bando demócrata, en el Partido Republicano Trump tiene un presente distinto. Sigue siendo el candidato más instalado por ahora, pero está en la indecorosa situación de haberse convertido en el primer presidente procesado por delitos comunes -y hasta por abuso sexual- frecuentando los tribunales. Por otra parte, hay desafíos a su centralidad política en el espectro ideológico de la derecha. La exembajadora ante la Organización de las Naciones Unidas Unidas (ONU) Nikki Haley, ya hizo oficial su candidatura. Pero se espera especialmente la definición del republicano ultraconservador Ron DeSantis, gobernador de Florida, estrella emergente de la derecha, que aún no ha hecho oficial su candidatura. Se trata del único político a la vista con capacidad de amargarle la fiesta a Trump y también a Biden. A ambos rivales pereciera convenirles competir entre sí.

Biden ya demostró que fue capaz de vencer a Trump en 2020. Contra los pronósticos, bajo su conducción el Partido Demócrata resistió en las legislativas de 2022 y retuvo el senado. Ahora puede buscar votos desde su cargo. Pero dos factores prometen ser determinantes en su camino a la reelección: la definición del adversario y los resultados de la economía.