Parece mentira tener que padecer constantemente y desde hace años la presencia de escapes ruidosos, de personas que, por decisión propia, ponen en riesgo su vida y la de los demás utilizando rodados sin casco. Parece absurdo que en el 2020 todavía sigan sin respetarse las normas de tránsito, inclusive, se continúa pasando por encima la figura de un inspector o un control rutinario.

Los gritos y la música parecen copar la noche. Y eso no es malo mientras no moleste los límites que protegen al resto de los vecinos. Pero las cuatro plazas están repletas. Es sábado por la noche, 1º de febrero para ser exactos, y como se ven los controles, también se observa el intento de muchos conductores y conductoras, de huir o “zafar” de ellos, la típica "avivada".

¿Qué pasa? Porque como sociedad nos acostumbramos a que sea moneda corriente que las cosas estén hechas para incumplirlas. ¿En qué momento llegamos al punto de no respetar un control, o de simplemente no ponerse el casco y así también protegerse a uno mismo? ¿Tan poco nos queremos como para andar en motocicletas sin protección? ¿O no respetar los límites de velocidad?

Angustia ver como las cosas se caen de a poco, pero se caen al fin. Casilda es una ciudad hermosa, pero chica aún. Y a veces da la sensación que nos atormentan problemas de grandes urbes, de lugares más amplios. Tal vez porque ya crecimos. ¿Y qué se hace con eso? ¿Qué se hace cuando la respuesta a los controles o a la prevención, son provocaciones o faltas de respeto? O inclusive, reacciones más violentas. La realidad indica que la noche tiene muchas cosas y a veces parece que es más permisiva, lo que también la hace peligrosa.

Es necesario entender también, que “las cosas empiezan por casa”, lugar donde se deben inculcar los principios. En el cual, siempre que se pueda, se apueste a la contención, al compromiso con la sociedad, al cuidado de uno, del vecino, del otro. ¿Será posible alguna vez? Por ahora, estamos lejos.